Kelsen, ahora
Se me quedó la idea de Kelsen y MacCormick. Es como una especie de Deja Vú conceptual, el regresar a este tipo de enfrentamientos intemporales, en los que un autor refuta a otro, pero al mismo tiempo parece complementarlo... Se me ocurre pensar en el renacimiento, pero las imágenes quedan demasiado lejos.
Kelsen pretendió despojar a las normas de toda otra característica que no tuviera que ver con su invocado ser intrínseco. De esta manera es que despojó a todo el derecho de la riqueza de contactar con otras disciplinas: no cuando se trata de estudiar las normas, por sí; diría. Pero la cuestión es que las normas no son frías medidas de prevención hipotética, sino que en su ser encierran el contacto social más íntimo. El contacto social implíocito, y que permea a su pesar en toda norma, se sobrepone a la asepsia kelnesiana y reclama para sí otro ángulo de comprensión. Y es MacCormick es que intenta dárselo: para la Argumentación, que tiene por fin justificar, se tiene que tomar en cuenta a la razón práctica, pero también al escepticismo humano... estamos llenos de pasiones, y no podemos sustraernos a ese hecho innegable. A cada paso, a cada letra y palabra que sale del juzgador, la pasión humana se hace presente, y se quiera o no, no hay otra herramienta más pertinente para la justicia. En el fondo no hay conflicto entre estas dos, justicia y pasión humana, por que la primera solo puede ser resultado de la segunda. No hay otra posibilidad. Los robots jamás podrán suplir al hombre. Entonces, si no hay otra salida, ¿por qué no avocarse, desde el derecho mismo, a una comprensión mayor de este elemento impulsor? Quizá la respuesta no sea una sola, pero lo cierto es que no nos deja otra opción que pensar seriamente en ello.
La justicia es un ideal, cierto, pero como todo ideal debe tener un asidero en la realidad, que nos permita enlazar el sueño, con lo posible. El estudio de las pasiones humanas, como potencial camino para reducir el costo de la falibilidad del juzgador, no pretende desbocar a este en aquellas, sino reconducirlo a su propósito primario de pretender la justicia.
Quizá esa sea la mayor ventana que existe actualmente hacia Kelsen y la comprensión de su obra. En la medida en que se le combate, en ese misma medida queda de fondo, más intensamente, su intento de comprender al derecho de la manera más fríamente posible [despojándolo de los más elementos accesorios posibles]. Pero la intención ahora se puede ver más claramente: es la misma que la dominante ahora, en esta generación principialista: dar marcos que marginen en lo posible la subjetividad. MacCormick piensa lo contrario: si eso no es posible, quizá un mejor camino sea enfrentar el hecho, comprendiendo mejor su naturaleza. ¿? Kelsen redivivo.
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