El conocimiento I: Empirismo vs. idealismo
El tema de este artículo corresponde al abordado en la primer semana de clases. De acuerdo a las indicaciones recibidas, para éste y todos los artículos del semestre, no se trata de hacer recopilaciones del tema o subtemas, de citar autores (en lo posible), o de un exposición academicista o especializada. La indicación principal consiste en que sean artículos que contengan el desarrollo de una reflexión personal sobre el tema o temas abordados en clase, y que su lectura esté al alcance de cualquier lector.
De las distintas acepciones del término, la más importante sin duda es la que se encamina a describir al conocimiento como un proceso cognitivo generado a partir de la información concreta percibida a través de los sentidos. Al respecto, es necesario aclarar una postura gnoseológica, primero, y epistémica, después: desde hace más de dos mil años, en la Grecia antigua, dos grandes corrientes filosóficas han venido explicando el origen del conocimiento (empirismo e idealismo). En lo personal, y por distintas razones, con el tiempo me he ido inclinando poco a poco por considerar que el empirismo hace una mejor explicación del fenómeno del conocimiento: es a través de los sentidos como se adquiere información, y es de esa información percibida de la que se tiene una o varias representaciones mentales. No obstante (y para no dejar pasar la oportunidad), lo anterior no quiere decir que el idealismo deba desecharse per sé; considero que el idealismo, no explica el origen del conocimiento en general (gnoseología), que ahí nos ayuda muy poco, pero sí en cambio tiene un lugar más importante en lo que se refiere al conocimiento epistémico: es decir, del conocimiento científico en particular.
Considero que entre ambas corrientes filosóficas existe una especie de relevo, e incluso una dependencia, pero el punto de partida lo conforma el empirismo: nadie ha visto, oído o sentido, jamás un número, pero la representación mental y abstracta de éste se funda en percepciones sensoriales primigenias. De igual manera, el empirismo no podría explicar del todo el origen de una teoría o las representaciones [artísticas] que hiciera del mundo un poeta, y sin embargo el idealismo sí nos proporciona una mejor explicación en esta etapa del fenómeno. Pero, insisto en que a mi juicio, cualquier tipo de conocimiento siempre está fundado en una representación primigenia de origen sensorial.
El reino animal: el conocimiento no se restringe al humano
La concepción antropocéntica del mundo nos lleva a considerar como “conocimiento” solo lo humano; pero quizá, en auxilio de nuestra propia concepción, y más allá de cualquier pretensión omnicomprensiva, se debiera ir dejando ya un espacio también a la experiencia del conocimiento por parte de otros seres vivos complejos. En “auxilio de nuestra propia concepción”, ya que precisamente el antropocentrismo que signa la cultura [signos de inteligencia], es quizá lo que nos lleva a pensar que necesariamente el conocimiento reviste e implica representaciones producto de la mente humana. Pero esta visión, convenciera y justificadora de la apropiación humana del “conocimiento”, de pronto parece ignorar la condición animal del propio hombre.
Si nos atuviéramos simplemente a la historia de la cultura humana no encontraríamos absolutamente nada sobre el primer origen del conocimiento; e incluso si especuláramos sobre los primeros momentos en que la inteligencia del hombre se hizo presente. En cambio, sí que podríamos encontrar este origen [sensorial necesariamente], si colocáramos al hombre en el tiempo y la circunstancia que determinaron aquel primer momento hipotético de inteligencia y esa primera muestra hipotética de manipulación de su entorno. Y en uno y otro momentos hipotéticos, es seguro, o cuando menos, posible, que compartiera “conocimiento común” con otros animales.
El hombre no puede ser negado como el animal más evolucionado de la naturaleza, en virtud de la inteligencia manifiestamente lograda; pero a fuerza de hacer de su lenguaje el único lenguaje válido, niega que el origen de éste, con todo lo que ello implica, estuvo fundado en experiencias animales primitivas, compartidas, o quizá producto incluso de la propia de otros animales; lo que por otra parte, quizá, podría explicar aspectos de la conducta humana que solemos seguir denominando como irracionales.