domingo, 21 de agosto de 2011

PRIMER SEMANA [Investigación y Expresión Jurídica]

El conocimiento I: Empirismo vs. idealismo                 
    El tema de este artículo corresponde al abordado en la primer semana de clases. De acuerdo a las indicaciones recibidas, para éste y todos los artículos del semestre, no se trata de hacer recopilaciones del tema o subtemas, de citar autores (en lo posible), o de un exposición academicista o especializada. La indicación principal consiste en que sean artículos que contengan el desarrollo de una reflexión personal sobre el tema o temas abordados en clase, y que su lectura esté al alcance de cualquier lector.
     De las distintas acepciones del término, la más importante sin duda es la que se encamina a describir al conocimiento como un proceso cognitivo generado a partir de la información concreta percibida a través de los sentidos. Al respecto, es necesario aclarar una postura gnoseológica, primero, y epistémica, después: desde hace más de dos mil años, en la Grecia antigua, dos grandes corrientes filosóficas han venido explicando el origen del conocimiento (empirismo e idealismo). En lo personal, y por distintas razones, con el tiempo me he ido inclinando poco a poco por considerar que el empirismo hace una mejor explicación del fenómeno del conocimiento: es a través de los sentidos como se adquiere información, y es de esa información percibida de la que se tiene una o varias representaciones mentales. No obstante (y para no dejar pasar la oportunidad), lo anterior no quiere decir que el idealismo deba desecharse per sé; considero que el idealismo, no explica el origen del conocimiento en general (gnoseología), que ahí nos ayuda muy poco, pero sí en cambio tiene un lugar más importante en lo que se refiere al conocimiento epistémico: es decir, del conocimiento científico en particular.
     Considero que entre ambas corrientes filosóficas existe una especie de relevo, e incluso una dependencia, pero el punto de partida lo conforma el empirismo: nadie ha visto, oído o sentido, jamás un número, pero la representación mental y abstracta de éste se funda en percepciones sensoriales primigenias. De igual manera, el empirismo no podría explicar del todo el origen de una teoría o las representaciones [artísticas] que hiciera del mundo un poeta, y sin embargo el idealismo sí nos proporciona una mejor explicación en esta etapa del fenómeno. Pero, insisto en que a mi juicio, cualquier tipo de conocimiento siempre está fundado en una representación primigenia de origen sensorial.

El reino animal: el conocimiento no se restringe al humano

     La concepción antropocéntica del mundo nos lleva a considerar como “conocimiento” solo lo humano; pero quizá, en auxilio de nuestra propia concepción, y más allá de cualquier pretensión omnicomprensiva, se debiera ir dejando ya un espacio también a la experiencia del conocimiento por parte de otros seres vivos complejos. En “auxilio de nuestra propia concepción”, ya que precisamente el antropocentrismo que signa la cultura [signos de inteligencia], es quizá lo que nos lleva a pensar que necesariamente el conocimiento reviste e implica representaciones producto de la mente humana. Pero esta visión, convenciera y justificadora de la apropiación humana del “conocimiento”, de pronto parece ignorar la condición animal del propio hombre.
     Si nos atuviéramos simplemente a la historia de la cultura humana no encontraríamos absolutamente nada sobre el primer origen del conocimiento; e incluso si especuláramos sobre los primeros momentos en que la inteligencia del hombre se hizo presente. En cambio, sí que podríamos encontrar este origen [sensorial necesariamente], si colocáramos al hombre en el tiempo y la circunstancia que determinaron aquel primer momento hipotético de inteligencia y esa primera muestra hipotética de manipulación de su entorno. Y en uno y otro momentos hipotéticos, es seguro, o cuando menos, posible, que compartiera “conocimiento común” con otros animales.
     El hombre no puede ser negado como el animal más evolucionado de la naturaleza, en virtud de la inteligencia manifiestamente lograda; pero a fuerza de hacer de su lenguaje el único lenguaje válido, niega que el origen de éste, con todo lo que ello implica, estuvo fundado en experiencias animales primitivas, compartidas, o quizá producto incluso de la propia de otros animales; lo que por otra parte, quizá, podría explicar aspectos de la conducta humana que solemos seguir denominando como irracionales.

PRIMER SEMANA [Teoría de la Argumentación Jurídica]


El conocimiento II: idealismo y epistemología

     Es diferente en cambio atribuirle un origen sensorial directo a una idea fantástica, bizarra o sublime; y menos aún a conocimiento al que se le pueda atribuir el carácter de científico. Incluso en el caso extremo de que todos los elementos de esa idea tuvieran fracciones de percepción sensorial (el viento, el agua, un árbol, etc.), su composición y transformación en conocimiento poético o científico, tiene un origen distinto. Los mil hombres de una aldea pueden ver la misma luna, pero no verla del mismo modo ni tener la misma representación mental. Y dentro de estas diferentes formas de ver el mismo objeto, la del científico y la del poeta resaltan por sus pretensiones. Para encontrar el origen de este tipo de conocimiento es necesario buscar otras explicaciones que nos alejen de los datos directos que los sentidos proporcionan.
     Si el conocimiento de un poeta o un científico se parecen en algo, es que ambos comparten un lenguaje con pretensiones de validez universal. El método de ambos, poeta o científico, puede incluso ser diametralmente opuesto, e incluso el primero de ellos reconocerse como imposible de definir, pero la pretensión es la misma: en sus planos respectivos, debe ser comprobable, para tomarse como válida.

Conocimiento comprobable

     Lo que hace válido al conocimiento científico es el dotarse de medios para su comprobación. Pero esta comprobación y los criterios que la acompañan para hacerla posible, también pueden a su vez someterse a prueba. Finalmente no son sino medios o caminos para llegar a un punto determinado (la comprobación). Si por ejemplo, alguien afirmara que de la materia inerte (Huxley, siglo XIX) pueden surgir formas de vida complejas, e hiciera un experimento mediante el cual “lo comprobara”, este medio de comprobación es el que podría ponerse en duda, y a partir de él ser refutada la afirmación; no por la afirmación en cuanto tal, sino en virtud del medio de comprobación elegido para validarla.
     A otro nivel de conocimiento se podría elevar la afirmación de que se habla [“de la generación espontánea”, como se le conoce históricamente], si se hablara de cianobacterias, contenidas en algún tipo de rocas de miles de millones de años de edad, y se tomara a éstas como parte de un material inerte [qué más material inerte que una roca], como se especula que podrían existir en el planeta Marte.
Lo mismo ocurriría en el caso de la afirmación de que la muerte fuera “la cesación de todo signo vital en un ser”. A esta afirmación [de redundancias] aparentemente muy científica y fácilmente verificable, le podría bastar la utilización de un estetoscopio como medio de comprobación de su validez, o en un caso más extremo, incluso la de un microscopio electrónico; pero el medio de comprobación seguiría la misma suerte de ser sujeto de prueba como medio válido de comprobación.
     En cambio, para continuar con el caso de la afirmación anterior, un físico podría dar otros medios de prueba puramente especulativos [alejados del estetoscopio o microscopio electrónico], pero más cercanos a la comprobación del conocimiento involucrado en la definición de muerte: fundado en definiciones de energía y materia, el físico retomaría la afirmación de “cesación de todo signo vital”, para recomponerla en un mero relativismo biológico, totalmente dependiente de los diversos niveles de energía que existen en el universo. A partir de todo ello, la teoría de la “generación espontánea” podría interpretarse de otro modo, pero no a partir de la propia afirmación [ingenua en su método, y por tanto históricamente pseudocientífica], sino de los medios para validarla.

Conclusión

     En Aristóteles, Descartes, Darwin, Pasteur... la ciencia moderna puede encontrar fuerza y corrección en su camino; pero la naturaleza de la búsqueda que representan sus afirmaciones, conlleva también el inevitable relativismo que implica el concepto de verdad.