Notas sobre una
exposición
_
Empezaron las
exposiciones en clase. Los temas son libres [sobre cuestiones
jurídicas y/o metodológicas], y la regla es que deben ser breves;
de entre diez y quince minutos.
La primer observación
[por parte del maestro] fue que para exponer sobre algo, se debe
saber del tema, y tomar muy en cuenta que generalmente el expositor
parte de un prejuicio: el de suponer que todo su auditorio sabe de lo
que está hablando. Este prejuicio, muy recurrente, termina por
influir en el proceso de comunicación entre uno y otros. Para
exponer correctamente, en primer término se debe hacer un
planteamiento del tema con un lenguaje que sea entendido por los más
posibles; y en seguida, dar por sentado que el auditorio le sigue a
uno el paso en la exposición a partir del hecho de que el expositor
es el especialista.
Para el dominio del tema
es igualmente recomendable el orden y la sistematización; se nos
hizo una breve reflexión sobre la utilidad de los mapas mentales, y
cómo éstos pueden auxiliar para la exposición misma. De la misma
manera, también se reflexionó sobre la importancia de saber
discriminar información, es decir, sobe cómo descartar alguna y
resaltar otra: saber qué abordar, a fin de concentrar la atención
en lo importante.
Si se reflexiona un poco
respecto a lo anterior, se puede uno encontrar que quizá esa sea la
parte más difícil de una exposición, y más aún de una
investigación académica... Saber seleccionar la información es
posiblemente la tarea más ardua para quien se interesa en el
conocimiento. Esta selección o discriminación material, suele
constituirse al paso del tiempo también en una llave para nuevo
conocimiento, más especializado; de ahí que no se debe tomar a la
ligera este aspecto. El proceso intelectual de selección de la
información lleva consigo más que un mero otorgamiento; es también
una toma de postura, lo mismo para quien expone un tema ante un
auditorio, que para quien investiga. Por lo regular, la sobreposición
de una información a otra, nos establece una guía de antemano; y
esta guía, será a la postre, la base sobre la que se construirá el
conocimiento de interés. Es finalmente lo que particulariza ese
conocimiento. Y es al mismo tiempo que inevitable, lo más difícil
de hacer.
En cuanto al objetivo
primario del expositor [darse a entender ante su auditorio], no solo
se debe tener presente el dominio del tema, sino hacerse de todos
aquellos recursos didácticos para poderse darse a entender: estos
recursos no solo son materiales, sino puede tratarse también de
técnicas que permitan desde mantener la atención de los demás,
hasta recursos gráficos que faciliten la comprensión de los temas
que se abordan. De esta atención sostenida, es de donde puede
obtenerse el resultado buscado.
A las capacidades de
expresión del expositor, también se une su capacidad de control del
auditorio: de darse una desviación del tema en una discusión
[reflexión del maestro], debe mantenerse el hilo conductor entre
ésta y el tema tratado.
Precisamente sobre este
último punto, puede añadirse que el hecho de la pérdida de control
en una discusión entre el expositor y su auditorio, o entre los
miembros de éste último, implica sobre todo el desvanecimiento de
la comunicación que en un primer momento se proponía el expositor.
Una vez perdido el control del auditorio, deja de existir la
recepción del mensaje. El caos se impone, y el expositor deja de ser
el centro, para dejar su lugar a las posiciones aleatorias y
generalmente no especializadas que abundan en todo público. Por lo
anterior, es que ante un auditorio, se impone o debe imponerse por
sobre todo el propósito del expositor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario