domingo, 28 de agosto de 2011

SEGUNDA SEMANA [Teoría de la Argumentación Jurídica]


El Kybalión II

    En un principio, fue muy notable la incomodidad que generó en el grupo el encargo de la lectura del Kybalión. Pero también fue notable cómo la discusión fue abriendo camino para el desprejuicio y la lectura obligadamente seria que impone hacerlo desde una aula de posgrado. La mera redacción ya supone un conflicto frente a la lectura de textos jurídicos que si de algo sufren y algo se proponen es hacerse de herramientas que lo auxilien paso a paso en sus pretensiones de validez, y eventualmente de cientificidad.
    Continuando con el tema de lo difícil que resulta la lectura de este texto, ésto se da especialmente en aquellas afirmaciones categóricas y tajantes, que en su forma parecen acercarse más a lo religioso, e incluso, al pensamiento que desde Occidente se considera ocultista. Algunos de sus principios parecieran estar formulados para no ser entendidos: crípticos, y de un carácter excluyente por su determinismo. La intención es abiertamente declarada (un conocimiento cerrado, “excepto para los oídos del entendimiento”), y su efecto paulatino, es que deja al que lo estudia en una categoría de desesperanza sin salida ante muchos de sus postulados, y por tanto, excluido de la posibilidad de “la sabiduría”.

Los pilares de la Cultura Occidental

    La crítica del concepto razón, ya se dio en el propio Occidente, desde hace casi dos siglos: a lo largo de buena parte del siglo XIX, los intentos de fundar todo el conocimiento en el concepto de razón llevó a lo que quizá se podría considerar como “excesos autolimitativos”, los que a su vez generó la búsqueda de otros caminos que dieran salida al relativismo, las contradicciones y la limitación endógena de ese concepto, como herramienta y postulado.
    El concepto de razón occidental sin embargo, no puede disociarse de los grandes pilares sobre los que se ha fundado la cultura en occidente: a) Grecia, b) Roma, y c) la influencia histórica del cristianismo-judaísmo representados por la Biblia. La cultura occidental está fundada en dogmas no solo religiosas, sino en comprensiones políticas, jurídicas, históricas, económicas, estéticas, etc., que son resultado también de la exclusión de otras formas compuestas que también son capaces de explicar al mundo.
    Al respecto, otro aspecto a resaltar es que la lectura del Kybalión nos deja también expuestos ante la otra gran visión del mundo que existe: el conocimiento Oriental. Éste, difiere incluso en método (su respeto por la diversidad como elemento característico de la naturaleza, por ejemplo; incluido el hombre, como parte de ella), y aún con todo es evidente su efectividad y validez. Arte, Religión, Ciencia, y Derecho, existen en ambas partes del planeta, pero aún con todo y la globalidad primitiva del conocimiento que se ha dado especialmente de dos siglos a la fecha, las diferencias siguen siendo notables. Y si eso ocurre en un mismo plano de tiempo (el presente), cuanto más se podría considerar respecto a las culturas aisladas que en uno y otro lado del mundo han sido capaces de alcanzar altos de grados de complejidad en su conocimiento: se trate de una cultura de las surgidas en Meso y Sudamérica (especialmente las Maya e Inca), o la militar y políticamente insuficiente de Cártago; o en el caso concreto, el supuesto de Egipto antiguo como fuente del Kybalión, todas estas formas de ver el mundo y comprender el conocimiento, la ciencia y la razón humanas, son difíciles de digerir a partir de una sola perspectiva [la occidental]. Y sin embargo...

SEGUNDA SEMANA [Investigación y Expresión Jurídica]


El Kybalión I

    La lectura de este texto ha sido extremadamente difícil. El propósito declarado de la misma fue precisamente el contrastar nuestra forma de razonar el mundo, y especialmente lo que denominamos ciencia. En el medio de todos los razonamientos que se hicieron en clase siempre estuvieron presentes la noción de occidente que impregna nuestro conocimiento, y la cerrazón a otras formas de entender el mundo. De las lecciones que se pueden concluir de este texto, las más importantes no provienen de su contenido, sino de las autocríticas que pueden surgir a partir de su rechazo.
    El texto fue escrito hace cien años, y afirma retomar un conocimiento de hace cuando menos cinco mil; desde antes de la época de los faraones en Egipto antiguo. De difícil digestión, la constante del kybalión es que consigna principios filosóficos y científicos muy primitivamente planteados, pero que sin duda se pueden considerar vigentes en su debate o incluso como válidos: por ejemplo, los principios de vibración -todo es movimiento-; el de causa y efecto, y el de ritmo -todo fluye, avanza y retrocede-.

Egipto y Occidente

    Curiosamente, la crítica a la Visión Occidental que subyació en las discusiones en clase respecto a este texto, también conllevan un cuestionamiento del propio concepto de Occidente. No es nueva la discusión, ni la crítica: los griegos de la época clásica (Siglo V y IV, anterior a esta era) hablaban de Egipto como de una civilización milenaria, y sin embargo, nadie consideraría su pensamiento como parte predecesora de la filosofía como invento.
    Dejando de lado la cuestión de la veracidad de sus fuentes, si el kybalión recoge efectivamente ese conocimiento prefaraónico (digamos que de cinco mil años de antiguedad), la cuestión entonces sería por qué no es considerado como Occidental: Egipto, en el extremo, pero forma parte de las culturas surgidas a lo largo del mar intermedio (como lo llaman los árabes) entre los continentes africano, europeo y asiático. Su época de esplendor puede situarse en más de dos mil años antes de la existencia de la Grecia clásica y la helénica. Si tan solo se imaginara el conocimiento mínimo, posible y necesario, que impulsó a esa civilización durante un solo milenio, tendría qué concederse que existe un gran vacío de información al respecto, ya que ninguna civilización con esos logros pudo haber sobrevivido sin un tipo de conocimiento con alto grado de complejidad. Científico; conocimiento científico, se le podría categorizar con los estándares actuales. Es una mera especulación, pero los vacíos de conocimiento que existen respecto a esa civilización en particular pueden fundar el atrevimiento: si se tomara como válida la fuente del kybalión (prefaraónica), el poder de los siete principios que preconiza podrían explicar cómo una civilización pudo sobrevivir por miles de años. La fuente de estudio y legado más importante lo conforma su arquitectura pétrea, y la escritura ahí plasmada, pero la datación de cada uno de esos vestigios no deja otro camino sino la especulación respecto al carácter del conocimiento que lo hizo posible.
    Respecto al Estado primitivo conformado en y por Egipto, no todo puede concentrarse en la figura del Faraón y sus pretensiones de divinidad, como no es suficiente para considerar a las Monarquías europeas absolutistas de hace cuatro siglos: mismos elementos, en distinto momento histórico. Bajo ambas formas de Estado subyace una concepción teórica, que hace posible la existencia de una civilización. Y para que ésta exista es necesario a su vez un tipo de conocimiento que las leyes más elementales de la naturaleza ponen a prueba.
    Sea en cuestiones de lo que occidentalmente conocemos como “Política”, sea en materia militar, arquitectónica, económica e incluso en materia religiosa; en Egipto antiguo seguramente se requirió de la existencia de procesos efectivos para la conservación, la transmisión y la generación de nuevo conocimiento. El kybalión no nos proporciona nada de eso respecto a Egipto (tomando como válida la fuente que reivindica), pero sí nos invita a la reflexión respecto de lo que puede significar para una civilización un principio tan poderoso como el de “causa-efecto”.

domingo, 21 de agosto de 2011

PRIMER SEMANA [Investigación y Expresión Jurídica]

El conocimiento I: Empirismo vs. idealismo                 
    El tema de este artículo corresponde al abordado en la primer semana de clases. De acuerdo a las indicaciones recibidas, para éste y todos los artículos del semestre, no se trata de hacer recopilaciones del tema o subtemas, de citar autores (en lo posible), o de un exposición academicista o especializada. La indicación principal consiste en que sean artículos que contengan el desarrollo de una reflexión personal sobre el tema o temas abordados en clase, y que su lectura esté al alcance de cualquier lector.
     De las distintas acepciones del término, la más importante sin duda es la que se encamina a describir al conocimiento como un proceso cognitivo generado a partir de la información concreta percibida a través de los sentidos. Al respecto, es necesario aclarar una postura gnoseológica, primero, y epistémica, después: desde hace más de dos mil años, en la Grecia antigua, dos grandes corrientes filosóficas han venido explicando el origen del conocimiento (empirismo e idealismo). En lo personal, y por distintas razones, con el tiempo me he ido inclinando poco a poco por considerar que el empirismo hace una mejor explicación del fenómeno del conocimiento: es a través de los sentidos como se adquiere información, y es de esa información percibida de la que se tiene una o varias representaciones mentales. No obstante (y para no dejar pasar la oportunidad), lo anterior no quiere decir que el idealismo deba desecharse per sé; considero que el idealismo, no explica el origen del conocimiento en general (gnoseología), que ahí nos ayuda muy poco, pero sí en cambio tiene un lugar más importante en lo que se refiere al conocimiento epistémico: es decir, del conocimiento científico en particular.
     Considero que entre ambas corrientes filosóficas existe una especie de relevo, e incluso una dependencia, pero el punto de partida lo conforma el empirismo: nadie ha visto, oído o sentido, jamás un número, pero la representación mental y abstracta de éste se funda en percepciones sensoriales primigenias. De igual manera, el empirismo no podría explicar del todo el origen de una teoría o las representaciones [artísticas] que hiciera del mundo un poeta, y sin embargo el idealismo sí nos proporciona una mejor explicación en esta etapa del fenómeno. Pero, insisto en que a mi juicio, cualquier tipo de conocimiento siempre está fundado en una representación primigenia de origen sensorial.

El reino animal: el conocimiento no se restringe al humano

     La concepción antropocéntica del mundo nos lleva a considerar como “conocimiento” solo lo humano; pero quizá, en auxilio de nuestra propia concepción, y más allá de cualquier pretensión omnicomprensiva, se debiera ir dejando ya un espacio también a la experiencia del conocimiento por parte de otros seres vivos complejos. En “auxilio de nuestra propia concepción”, ya que precisamente el antropocentrismo que signa la cultura [signos de inteligencia], es quizá lo que nos lleva a pensar que necesariamente el conocimiento reviste e implica representaciones producto de la mente humana. Pero esta visión, convenciera y justificadora de la apropiación humana del “conocimiento”, de pronto parece ignorar la condición animal del propio hombre.
     Si nos atuviéramos simplemente a la historia de la cultura humana no encontraríamos absolutamente nada sobre el primer origen del conocimiento; e incluso si especuláramos sobre los primeros momentos en que la inteligencia del hombre se hizo presente. En cambio, sí que podríamos encontrar este origen [sensorial necesariamente], si colocáramos al hombre en el tiempo y la circunstancia que determinaron aquel primer momento hipotético de inteligencia y esa primera muestra hipotética de manipulación de su entorno. Y en uno y otro momentos hipotéticos, es seguro, o cuando menos, posible, que compartiera “conocimiento común” con otros animales.
     El hombre no puede ser negado como el animal más evolucionado de la naturaleza, en virtud de la inteligencia manifiestamente lograda; pero a fuerza de hacer de su lenguaje el único lenguaje válido, niega que el origen de éste, con todo lo que ello implica, estuvo fundado en experiencias animales primitivas, compartidas, o quizá producto incluso de la propia de otros animales; lo que por otra parte, quizá, podría explicar aspectos de la conducta humana que solemos seguir denominando como irracionales.

PRIMER SEMANA [Teoría de la Argumentación Jurídica]


El conocimiento II: idealismo y epistemología

     Es diferente en cambio atribuirle un origen sensorial directo a una idea fantástica, bizarra o sublime; y menos aún a conocimiento al que se le pueda atribuir el carácter de científico. Incluso en el caso extremo de que todos los elementos de esa idea tuvieran fracciones de percepción sensorial (el viento, el agua, un árbol, etc.), su composición y transformación en conocimiento poético o científico, tiene un origen distinto. Los mil hombres de una aldea pueden ver la misma luna, pero no verla del mismo modo ni tener la misma representación mental. Y dentro de estas diferentes formas de ver el mismo objeto, la del científico y la del poeta resaltan por sus pretensiones. Para encontrar el origen de este tipo de conocimiento es necesario buscar otras explicaciones que nos alejen de los datos directos que los sentidos proporcionan.
     Si el conocimiento de un poeta o un científico se parecen en algo, es que ambos comparten un lenguaje con pretensiones de validez universal. El método de ambos, poeta o científico, puede incluso ser diametralmente opuesto, e incluso el primero de ellos reconocerse como imposible de definir, pero la pretensión es la misma: en sus planos respectivos, debe ser comprobable, para tomarse como válida.

Conocimiento comprobable

     Lo que hace válido al conocimiento científico es el dotarse de medios para su comprobación. Pero esta comprobación y los criterios que la acompañan para hacerla posible, también pueden a su vez someterse a prueba. Finalmente no son sino medios o caminos para llegar a un punto determinado (la comprobación). Si por ejemplo, alguien afirmara que de la materia inerte (Huxley, siglo XIX) pueden surgir formas de vida complejas, e hiciera un experimento mediante el cual “lo comprobara”, este medio de comprobación es el que podría ponerse en duda, y a partir de él ser refutada la afirmación; no por la afirmación en cuanto tal, sino en virtud del medio de comprobación elegido para validarla.
     A otro nivel de conocimiento se podría elevar la afirmación de que se habla [“de la generación espontánea”, como se le conoce históricamente], si se hablara de cianobacterias, contenidas en algún tipo de rocas de miles de millones de años de edad, y se tomara a éstas como parte de un material inerte [qué más material inerte que una roca], como se especula que podrían existir en el planeta Marte.
Lo mismo ocurriría en el caso de la afirmación de que la muerte fuera “la cesación de todo signo vital en un ser”. A esta afirmación [de redundancias] aparentemente muy científica y fácilmente verificable, le podría bastar la utilización de un estetoscopio como medio de comprobación de su validez, o en un caso más extremo, incluso la de un microscopio electrónico; pero el medio de comprobación seguiría la misma suerte de ser sujeto de prueba como medio válido de comprobación.
     En cambio, para continuar con el caso de la afirmación anterior, un físico podría dar otros medios de prueba puramente especulativos [alejados del estetoscopio o microscopio electrónico], pero más cercanos a la comprobación del conocimiento involucrado en la definición de muerte: fundado en definiciones de energía y materia, el físico retomaría la afirmación de “cesación de todo signo vital”, para recomponerla en un mero relativismo biológico, totalmente dependiente de los diversos niveles de energía que existen en el universo. A partir de todo ello, la teoría de la “generación espontánea” podría interpretarse de otro modo, pero no a partir de la propia afirmación [ingenua en su método, y por tanto históricamente pseudocientífica], sino de los medios para validarla.

Conclusión

     En Aristóteles, Descartes, Darwin, Pasteur... la ciencia moderna puede encontrar fuerza y corrección en su camino; pero la naturaleza de la búsqueda que representan sus afirmaciones, conlleva también el inevitable relativismo que implica el concepto de verdad.