I
Ya se están cumpliendo dos meses que La Delegación emprendió el injusto y ciego desalojo de los comerciantes del Mercado de Rumanía. En un escrito de apoyo anterior se expusieron algunas razones de por qué algunos vecinos no estamos de acuerdo con eso.
Aunque estas dos últimas semanas paulatinamente y con dificultades han vuelto a ocupar parcialmente sus espacios, no los han dejado trabajar tranquilos: acosándolos, estorbándoles sus lugares con vehículos de la Delegación, amedrentándolos con operativos policiacos, o incluso con la presencia de entre treinta o cuarenta golpeadores que hace unos días hicieron base en la calle de Santa Cruz y Bélgica. Estos golpeadores estaban encabezados por personal de la Delegación, no había ni una sola mujer en el grupo, algunos lucían chalecos con logotipo oficial, eran mayormente jóvenes, y algunos traían corte tipo militar.
Por otro lado, durante estos días que el mercado se ha instalado, y contrariamente a lo que se argumentó en su contra, la presencia paulatina de la gente ya sea comprándoles o vendiéndoles cosas, ha sido una clara muestra de solidaridad y aceptación comercial. El Mercado de Rumanía es un mercado que funciona bien, es una fuente importante de comercio para la zona de los tres mercados, y pretender desalojarlos es un acto bastante insensato de Gobierno.
Han afectado económicamente a muchas familias, y ya tienen más de medio año acosándolos de varias maneras.
Hasta ahora y como se ha ido sabiendo, la organización de comerciantes de ese mercado se ha conducido en sus demandas de una manera muy respetuosa ante los involucrados: la Delegación, el Gimnasio, el Gobierno Central, con la Asamblea Legislativa vía una Comisión que se supone atiende problemas de estos, y ante las instancias judiciales que se supone (también) deben velar por el cumplimiento de la Constitución, especialmente de los artículos 1o y 123.
No es difícil darles la razón.
La tienen.
II
El comercio ambulante es bueno. Es bueno para el que compra, es bueno para el que vende, y es bueno para todos. Nadie está ahí por gusto. Pero es una alternativa. Y en eso las calles son como las cárceles: o te vuelves loco o te iluminas.
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Cuando se aprecian de cerca problemas como éstos (actos de Gobierno que atentan tan burdamente contra los derechos más elementales de la gente), entiende uno el coraje acumulado que lleva a las personas a la desobediencia institucional.
Termina por tener sentido: si las instituciones no sirven para defender los derechos de la gente, la gente tiene la necesidad de desobedecer a las instituciones, no obstante el castigo por ello. Mejor que se consume el círculo. Se trata de una falta de opciones.
¿Y si mañana piden no respirar? ¿También habría que hacerles caso?... Cuando menos para eso sí podría servir la historia: el Partido que gobierna en la Delegación, predicó durante algunas décadas, la Desobediencia Civil ante los actos arbitrarios de Gobierno.
Su lucha de resistencia cumpliría los requisitos... Pues no están luchando solo por los derechos de ustedes, y los demás comerciantes de la zona lo saben.
Mucha gente les desea lo mejor en su lucha, porque es una lucha justa: el Gimnasio nuevo les debe mucho dinero por publicidad adelantada, ya que esa esquina tiene mucho prestigio por su trabajo de décadas. Y precisamente eso es lo más grave de lo que quieren desalojarlos: de su propia historia.
La riqueza es la historia.
Se quieren quedar con toda la riqueza, y por eso el desalojo.
Los argumentos de la Delegación son falsos.
Su historia es un escudo. Si se los quitan, los demás también serán más vulnerables.
III
No deja de haber un cierto grado de clasismo en la agresión del desalojo, por la forma tan diferente de trato que puede observarse hasta ahora.
Una obsesión histórica de los gobiernos que se pasan de lanza con la gente es esa: gritar a todos día y noche que la mayoría son los alterados. Los que están mal.
Como en las películas de zombies.
Dentro del pequeño grupo que alega estar sano, siempre están los privilegiados del desastre (casi siempre provocado por ellos mismos), y con todo, todavía así se atreven de acusar de alterados a la mayoría de los demás (que los persiguen)...
La calle se hizo para ganar dinero.
No tiene nada de malo vender en la calle, y realmente hay muy pocos lugares en la Ciudad que justificadamente no lo permiten. El comercio ambulante es una alternativa legítima para la gran mayoría de la gente.
Justamente el primero de mayo pasado, salió en las noticias que oficialmente el 57% de los trabajadores del país se encuentran en lo que llaman “la informalidad”.
Ya todo el mundo sabe que las cifras oficiales están maquilladas para su molino, pero cuando menos ese porcentaje no lo pueden tapar...
Y en ese contexto también debe verse lo arbitrario e insensato de pretender desalojar el Mercado de Rumanía...
¿Que se pueden esperar los demás comerciantes de la zona?...
¿La arbitrariedad es la que va a encontrarle una alternativa a tantas fuentes de ingreso para cientos de familias, a tanta tradición e historia, a tanta cultura, y a tanto comercio?
¿De qué quieren que viva la gente entonces?
¿A qué le llaman informalidad? ... ¿A la única alternativa que le queda a la gran mayoría de la gente? ¿Acaso alguien creé que es bueno no contar con seguridad social, o trabajar en la intemperie?
¿Siquiera conocen lo que es eso?
IV
Todos los argumentos que son usados en contra de la gente que hace comercio en la calle, son argumentos tramposos y clasistas.
Algunos en el extremo de su discriminación, dicen: Son informales porque no pagan impuestos. Eso no es cierto.
Están en un error.
La gente más pobre y especialmente todos aquellos cuya única alternativa es vender en la calle, son los que más impuestos pagan, porque no pueden escaparse de ninguno.
En la calle se pagan impuestos por todo.
Cuando se come, cuando se compra, cuando se viaja.
El que compra gasolina o un chicle, paga impuestos.
En cambio, es público que los más ricos son los que menos pagan impuestos, ya sea por esto o por aquello, empezando por una simple operación lógica. Las diferencias políticas y socioeconómicas en México son ya tan graves, que entre más rico seas, menos y menos y menos pagas impuestos. Muy poquitos tienen todo, y muchos no tienen nada.
Entonces, si la calle es para ganar dinero (según cifras oficiales, para el 57%), y el dinero trae el sello del Gobierno, una parte en directo se va al Gobierno tan solo en concepto de la devaluación constante.
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Ahora que es 10 de mayo, y pensando en todas aquellas familias que dependen del Mercado de Rumanía, viene a la mente una noticia que salió el pasado 5 de mayo en el Proceso. Decía “Increpa niña a Xóchilt Gálvez por retiro de ambulantes...”. “No quiero ser como usted”,1 le dijo una niña de sexto año de primaria a la Delegada (también panista). Su madre estaba entre unas comerciantes ambulantes retiradas.
Los niños de primaria pueden comprenderlo.
La calle es de la gente. Ni las camionetas, ni los granaderos pueden estar ahí por siempre, y en cambio la gente sí, porque su necesidad se los impone.
Tienen razón todos aquellos que se oponen a ese tipo de actos tan ofensivos e insensatos de Gobierno.
Tienen razón en resistir y defender su espacio, y más si está repleto de historia como es el caso del Mercado de Rumanía.
Su lucha es justa. Y van a vencer. El tiempo les va a dar la razón. Existen muchas formas de resistencia ante un acto arbitrario de Gobierno. No es fácil, pero es lo correcto por más difícil que sea.
Ustedes tienen la razón, y es importante su historia.
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